EL RESURGIR DEL SLOW
En un mundo donde todo corre, todo es para anteayer y donde el tiempo para digerir cada uno de los inputs que recibimos se resume en décimas de segundo es difícil hacer las cosas bien, con consciencia y de una manera reflexiva. Supongo que es parte de la tan famosa globalización, que no nos permite saborear sólo un poco y de manera fugaz cada una de las cosas que hacemos, vemos o recibimos. Pero, sinceramente, ¿vamos por buen camino? ¿Es sostenible todo este aborigen? Este 2020 más que nunca parece que algo nos está gritando muy fuerte para intentar que frenemos. Nuestro planeta no puede seguirnos más el ritmo. Nuestras mentes tampoco. Nuestros negocios tampoco. Está claro que la sociedad de la inmediatez debe de cambiar. Los proyectos, las personas, las empresas, el mundo en definitiva, necesita tiempo de maduración. ¿O desde cuÁndo un fruto se hace en un sólo minuto?
Creemos firmemente en la revolución slow. En volver a poner en auge la artesanía, al comercio local, a las cosas hechas con consciencia, a poner el freno y a ser capaces de disfrutar como seres humanos de lo que nuestros semejantes son capaces de crear y de lo que el mundo nos regala cada día. Cada vez somos más los que vemos que no encajamos en esta sociedad que no da tiempo a que las cosas aposenten y maduren. Y empezamos a decirlo abiertamente. Y eso no significa que no seamos capaces de trabajar con rigurosidad y sin demora. Pero precisamente para poder hacer un buen trabajo, los proyectos necesitan un tiempo de desarrollo, ejecución y maduración.
Necesitamos volver a dar prioridad a la identidad bien entendida. Al querer ser yo y no ser un clon del de al lado. Al rodearme de objetos e indumentarias que potencian mi identidad y que están creadas y seleccionadas para y por mi. Porque la riqueza de la humanidad está precisamente en eso, en ser individuos; porque la individualidad es un pequeño tesoro que bien entendida logra que funcionemos bien como sociedad y aportemos riqueza y belleza a nuestro mundo.
Es por ello que debemos poner en alza todos los diamantes en bruto que tenemos a nuestro alrededor. Diseñadores que trabajan en sus talleres, de manera artesanal poniendo todo su esmero, cariño pero sobre todo mucho esfuerzo y profesionalidad en cada una de las piezas que hacen. Una gastronomía consciente, de proximidad y respetuosa con nuestro planeta. Un ocio más natural donde el mejor juego sea disfrutar de la gente que queremos, de la naturaleza o de contemplar arte en pequeñas galerías que lo que quieren es contar historias.
Porque el lujo es subjetivo, todo depende de tu perspectiva.